Por Marc Mejía.- En la evolución del cine en República Dominicana hubo dos acontecimientos clave: el surgimiento de los autocinemas en Santo Domingo y la expansión de las salas de cine en diversas ciudades del interior del país.
Estos espacios se convirtieron en puntos centrales para la socialización y el entretenimiento en todo el territorio dominicano, integrando al cine como parte fundamental de la vida diaria de la población.
Los autocinemas de Santo Domingo: Cine Bajo las Estrellas
El concepto de autocine, popularizado en Estados Unidos durante los años 50, fue un fenómeno que también marcó un capítulo especial en la historia del cine dominicano.
Con la posibilidad de disfrutar una película desde la comodidad del automóvil, los autocinemas ofrecían una nueva forma de vivir el cine, diferente a las salas tradicionales.
El primer autocine que abrió sus puertas en el país fue el Autocine Iris, en 1959. Este espacio se encontraba en la calle Héroes de Luperón, en el Centro de los Héroes de Santo Domingo, y rápidamente se convirtió en un lugar de encuentro para las familias de la capital.
No tardaron en surgir otros autocinemas que alimentaron el entusiasmo por esta modalidad, como el Autocinema Naco, ubicado en la avenida Fantino Falco, en el sector Naco.
Otro de los más emblemáticos fue el Autocinema Jacqueline, inaugurado en diciembre de 1976 en la prolongación de la avenida Independencia, en el kilómetro 11.
Este autocine formaba parte del parque de diversiones Divertilandia, un proyecto del empresario Juan Manuel Taveras, quien lo bautizó en honor a su hija Jacqueline. A lo largo de su existencia, estos autocinemas ofrecieron una alternativa accesible y cómoda para disfrutar del cine, especialmente para las familias y los jóvenes de la época.
Las salas de cine en el interior del país: un fenómeno cultural en expansión
Si bien las primeras salas de cine se concentraron en Santo Domingo, las principales ciudades del interior del país también se integraron rápidamente al fenómeno cinematográfico.
Desde principios del siglo XX, el cine se expandió por todo el territorio dominicano, consolidándose como una forma popular de entretenimiento y un espacio social de gran importancia.
La Vega: el cine que abrió las puertas al país
La historia del cine en la República Dominicana está estrechamente ligada a La Vega, ciudad donde se realizaron las primeras proyecciones cinematográficas del país.
En 1900, Francesco Grecco presentó el Cinematógrafo Lumière en esta ciudad, marcando el inicio de la era del cine en el país.
A partir de ese momento, La Vega fue testigo de la creación de importantes salas de cine, como La Progresista, Rialto y Rívoli, que se convirtieron en referentes del entretenimiento en la región.
Estas primeras salas permitieron que el cine se integrara a la vida social de los veganos, estableciendo un espacio donde personas de diversas clases sociales compartían la experiencia de ver películas. El Teatro Rívoli, fundado en 1917 por Luis Carretero, fue uno de los más destacados, consolidándose como un punto de encuentro cultural y recreativo.
Santiago de los Caballeros: pionero en la cinematografía del Cibao
En Santiago de los Caballeros, el cine llegó de la mano de los hermanos William y James Palmer, quienes trajeron las primeras proyecciones a la ciudad. En 1906, se inauguró el Teatro Palmer, ubicado donde posteriormente se construiría la escuela Rafael Ramos en la calle San Miguel. Este fue el primer cine en Santiago y marcó el comienzo de una vibrante historia cinematográfica en la ciudad.
Entre las salas de cine más recordadas de Santiago, destaca el Cine Ideal, que fue construido en 1916 detrás del Club de Damas y proyectaba películas mudas acompañadas de música en vivo. Otro cine emblemático fue el Cine Jardín, que abrió sus puertas en los años 40, y el Teatro Colón, un recinto que originalmente contaba con palcos laterales, pero que con el tiempo se dedicó exclusivamente a la proyección cinematográfica.
En la década de los 70, el Cine Lama y el Cine Víctor ofrecieron nuevas opciones para los santiagueros, ampliando las alternativas de entretenimiento en la ciudad. El Cine Odeón, con su acogedor segundo nivel y su ambiente distintivo, es otro de los recintos que forma parte de la memoria colectiva de Santiago.
San Francisco de Macorís: una tradición cinematográfica marcada por el Teatro Colón
San Francisco de Macorís también tuvo un papel importante en la expansión del cine en el país. En 1917, se inauguró el Teatro Colón, fundado por el general Manuel María Castillo Medrano. Este cine se convirtió en un centro cultural para la ciudad y fue protagonista de uno de los sucesos más recordados de la historia cinematográfica local: el incendio que lo destruyó en 1936. Este trágico evento quedó documentado gracias a la escritora y fotógrafa Hilma Contreras, quien capturó imágenes del incendio, preservando un momento crucial en la historia de San Francisco.
Además del Teatro Colón, el Cine Carmelita, renombrado tras la caída de Trujillo, fue otro espacio clave para los francomacorisanos, proyectando películas hasta finales de los años 90.
Puerto Plata: cine en la Novia del Atlántico
En Puerto Plata, el cine llegó en 1900, cuando se realizó la primera proyección en el Teatro Curiel. A lo largo de los años, la ciudad vio surgir varias salas de cine, entre las que destacaron el Cine Rex, ubicado frente al Parque Central, y el Cine Roma, cuya estructura aún se mantiene, aunque actualmente funciona como una academia. Estas salas jugaron un papel crucial en la vida cultural de la ciudad, atrayendo a generaciones de puertoplateños.
Expansión del cine en otras ciudades del país
El cine también floreció en otras ciudades importantes de la República Dominicana. En Moca, Baní, San Cristóbal, Azua, Barahona y San Pedro de Macorís, entre otras, se establecieron salas que llevaron el cine a miles de personas. En Azua, por ejemplo, se destacó el Cine Apolo, mientras que en San Pedro de Macorís el Teatro Colon jugó un rol crucial en la proyección de películas de Hollywood y otras producciones internacionales.
Otras ciudades más pequeñas, como Hato Mayor, Mao, Higüey y Jarabacoa, también contaron con sus propias salas de cine, que se convirtieron en espacios clave para la socialización y el entretenimiento local.
Conclusión
En esta segunda parte de nuestro recorrido, hemos observado cómo el cine no solo se consolidó en la capital, sino que se extendió por todo el país, desde los primeros autocinemas en Santo Domingo hasta las icónicas salas de cine en las ciudades del interior. Cada uno de estos espacios ha dejado una huella en la historia cultural dominicana, convirtiendo al cine en un fenómeno social de gran relevancia.
No obstante, hay un dato crucial que merece ser destacado. Obtener información completa y detallada sobre las salas de cine en el interior del país fue resultado de un golpe de suerte. Las investigaciones tradicionales enfrentaban enormes dificultades, ya que los registros de carteleras cinematográficas en los periódicos de la época se enfocaban únicamente en las salas de Santo Domingo, ignorando por completo las del resto de las provincias.
Este vacío de información se llenó gracias a un hallazgo fortuito durante una visita del investigador Félix Manuel Lora a Bienvenido Olivier, quien trabajaba en UIP Coblan a finales de los años 80, una distribuidora de películas ubicada en la calle Lea de Castro, en Gascue. Olivier le comentó a Lora que un colega de apellido Sánchez , encargado de ventas en el interior, poseía unas carpetas con anotaciones detalladas sobre todas las películas distribuidas y exhibidas en las salas de cine de todo el país. Este valioso archivo permitió documentar la historia completa de dichas salas, algo que, de otro modo, hubiera sido prácticamente imposible.
En la Parte 3, exploraremos cómo la modernización tecnológica, con la llegada del cine digital y los multicines, ha transformado la experiencia cinematográfica en la República Dominicana. Además, analizaremos el rol fundamental de los cine clubes y la Cinemateca Dominicana, lugares donde cineastas y cinéfilos de distintas épocas se han reunido para disfrutar, analizar y debatir sobre el cine de autor y las grandes producciones internacionales. Estos foros de discusión y aprendizaje han sido esenciales en la formación de nuevas generaciones de creadores de cine y en el desarrollo de una apreciación más profunda del séptimo arte.
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