Prometieron después de Atenas 2004 que no volverían a perder un oro y una vez más lo cumplieron en estos Juegos Olímpicos. Estados Unidos reunió a sus mejores hombres para despedir las carreras en selección nacional de Stephen Curry y LeBron James y lo hicieron de mejor manera que una película galardonada por el mundo. Francia fue clave de este dramatismo, mas no pudo ser la que quebrara la racha invicta del baloncesto estadounidense.
Esta pieza comenzó por el final con un concierto de orquesta guiado por triples simultáneos, bloqueos de LeBron James, puntos de todos en pintura e incluso un careo de mera intensidad entre Frank Ntilikina y Kevin Durant. La esencia del deporte ráfaga estaba al rojo vivo sin una sola jugada parada y dio pie a un Victor Wembanyama de fantasía que pegó a Joel Embiid a la madera con un cambio de dirección que levantó a toda la Bercy Arena después de finalizarlo con una clavada.
Nadie deseaba quedarse atrás en el marcador y después de la catarata de jugadas presentadas, la paz vino con una disminución de revoluciones por parte de Steve Kerr. Una defensa establecida por los visitantes recompensó en canastos desde la distancia por parte de Anthony Edwards y de esa misma manera pudo responder Francia para no permitir que su rival fuera al descanso con ventaja de doble dígito.
Tal era la confianza de los anfitriones que Guerschon Yabusele tomó en la pintura a LeBron y realizó un mate a una mano sobre él. Grave error para lo que estaba por venir.
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